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Diario de un defensor





Día trecientos uno. Ha llegado el momento de hablar sobre la guerra.

Y sólo hay una manera verdadera para el espíritu de hablar sobre la guerra:

con dolor.

Con dos de mis dedos sostengo la primera piedra:

la recogí después de que perforó mi corazón.

¿Ustedes me entienden? Todos tenemos una piedra y todos tenemos una razón.

—esa bala que ha estado ahí, tantos años en el nochero;

esa uña lijada compulsivamente por las flores marchitas.

 

Día cuatrocientos noventa y dos: el único tiempo de la guerra es el miedo.

¿Y las trompetas de los pueblos guerreros, Hermano, acaso se quedaron varadas en el fango?

¿Y la canción que mi abuelo le enseñó a mi padre, no era una clave para el porvenir?

Claro, Hermano (1): yo conozco el odio y la envidia de tu corazón.

 

Día quinientos quince: la sangre es una herencia.

…En la guerra solo hay un tiempo; carrozas y tanques han girado por la misma razón.

Defensores (2), sí: más víctimas ha salvado la valentía que la compasión.

Pero pasos doy a través de las llanuras arrasadas

donde truenan minas y cohetes,

y cuando veo la sangre expuesta al sol

no escucho ironía en el viento.

Defender sería: que chocasen las espadas. ¿Pero cada cuánto dos balas se anulan en el aire?

Me iré, pero antes te llevaré conmigo.

 

Día seiscientos: el orgullo de mi pueblo cabe en un solo hombre.

Antes del estallido llegó a mi pueblo un hombre a caballo

y resplandecido por la luz del poniente

tocó con sus palabras los puntos de mi dolor.

Bramó de la muchedumbre un destino agraviado y enceguecido;

los hijos de repente hallaron el sentido de las promesas

y en el vientre de las mujeres se agitó un recuerdo y una premonición.

 

Día setecientos cuarenta: contemplo el campo en fuego suave.

Los asaltos se repiten en la misma dirección; y aunque varíen los caminos:

la muerte viene del cielo.

Quiero huir de las trincheras, pero yo mismo soy el mecanismo.

Que no me miren los que van a nacer

y que los vivos no miren los palacios;

si no recogieron mi sangre, no recojan mi memoria.

 

Día ochocientos seis: el hostigador es la caricatura del gran hombre.

Todo guerrero es precursor del tiempo nuevo,

pero no cualquier bandido o soldado es un guerrero

y no se es guerrero por ser vengador.

Guerrero: quien edifica la nación con su propia piedra.

¡Guerreros! ¡Sí, ustedes! Quienes oyen voz;

a los que escogí desde el principio.

Guerrero: quien porta el estandarte

de la Ley —que no se confunde entre dialectos ni con razones.

 


Todos los guerreros comparten la misma esperanza —claro que sí:

La paz. Esa última página.  

 

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